29 octubre 2010

El Problema no son los Funcionarios

Hoy en día es mayoritariamente aceptada la idea de que el número de empleados públicos contratados por el estado es desmesurado.
El número de funcionarios en el año 2005 era de 2.868.000, para el año 2007 fueron 2.913.000 y en el 2010 estamos en 3.088.400.
A las comunidades autónomas en 2005 le  correspondían  1.211.200 funcionarios, 1.551.600 en 2007 y el número de funcionarios para 2010 alcanza, en las Comunidades Autónomas la cifra de 1.7240100. (INE datos EPA). Actualmente contamos con un funcionario por cada 15,20 habitantes, o lo que es lo mismo, el 6,58% de la población española trabaja para el estado.
Existe un  cierto consenso en que el servicio prestado por el funcionario deja mucho que desear, de hecho la percepción entre la mayoría de los ciudadanos es que trabajan poco e ineficientemente. El problema es que cuando utilizamos cualquier servicio público, que sostenemos con nuestros impuestos - es bueno no olvidar esto-, no tenemos alternativas a las que acudir, ya hablemos de educación, salud, correos, trenes u otros. Los pagamos y deseamos utilizarlos. Al no haber alternativas no hay competencia y al no haber competencia no hay como medir la eficacia de la gestión. No importa el costo hay que dar el servicio, cueste lo que cueste en dinero y calidad.
Imagine el lector por un momento que la investigación, desarrollo y producción de equipos informáticos, software, televisores y teléfonos móviles fuesen competencia única del estado. Siguiendo el hilo de la imaginación, suponga usted que no hay empresas privadas que compitan en este mercado. Cree que el desarrollo, nivel de precios y calidad de estos productos serían los que disfrutamos hoy en día? Estaríamos probablemente en blanco y negro y con transistores!!!.
Mientras existan empresas o instituciones en manos del estado, existirá la necesidad de funcionarios y a fin de evitar que el gobernante de turno los cambie a su antojo debemos garantizarles su continuidad y de ahí la inamovilidad del funcionario público. Al saberse este a salvo de las "inclemencias del mercado", qué lo puede motivar a ser más eficaz, a realizar un esfuerzo mayor en su trabajo?
No creo que el problema sea si hay muchos o pocos funcionarios. La pregunta que debemos plantearnos es por qué debe el estado administrar hospitales, escuelas, universidades, correos, trenes, cadenas de televisión y un largo etcétera.
Garantizar el derecho a la salud y a la educación no tiene que pasar, en modo alguno, por mantener costosas e ineficientes empresas e instituciones. Podemos sufragar entre todos, llegado el caso, la sanidad y la educación entre otros servicios, pero no veo la necesidad de que su administración y prestación de servicio esté en manos del estado. Por qué  no dejamos que sean los particulares quienes asuman la gestión de la infraestructura y servicios necesarios para estos fines.
Objetar que la calidad del servicio privado sería inferior al prestado por "lo público" es un pobre argumento que no resiste el menos análisis, máxime que al privatizar estos servicios podríamos elegir entre varios al que mejor satisfaga nuestras necesidades y no tener que "tragar" con lo que hay porque es gratis (el gran mito de que lo público no cuesta nada).
Los organismos del estado siempre han actuado de idéntica forma forma año tras año: necesitando cada vez más dinero y más personal, es decir, más y más funcionarios.
Actualmente un instituto de bachillerato, estatal, no puede hacer una oferta de trabajo a un excelente profesor que dicte clases en otro instituto a fin de incorporarlo a su plantilla docente y lograr que ese instituto brinde una mayor calidad de educación y por ende el profesor obtener una mejora contractual, no solo económica sino también de autoestima, lo que promovería el deseo de superación de quienes conforman el cuerpo docente en España. Desgraciadamente esto no se puede realizar y la enseñanza pública queda en manos de no pocos profesores frustrados, apáticos y sin ningún aliciente para enfrentarse a la dura tarea que se les asigna.
Lo mismo ocurre a nivel de Sanidad Pública
España debería quitarse, de una vez por todas, el miedo a lo privado, a la libre competencia entre particulares en la prestación de los servicios a los que todos acudimos.
Cuanto más tardemos en dar el paso tanto más traumático lo será el día en que no nos quede más remedio.

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