12 octubre 2010

De cómo tropezó Colón con Venezuela


Un 12 de Octubre llegaba Cristobal Colón a la isla de Guanahaní, a la que daría el nombre de San Salvador. Se encontraba así, de repente, con un continente del que no sospechaba su existencia.
Colón volvería a embarcarse otras tres veces más, siempre en búsqueda del paso a las indias orientales y siempre tropezando con esa mole de tierra que terminaría llamándose América. De todo eso ya pasaron más de cinco siglos y Colón, al parecer, en lugares como Venezuela continúa perdido. Luego de que desmontaran su estatua, los ofendidos descendientes de esa amalgama de razas que nos caracteriza a los venezolanos, ahora nadie sabe del paradero de la misma. Cosas del populismo chavista.

Pero hoy, mi intención es contarles como ocurrió el primer encuentro de Españoles y Venezolanos durante ese tercer viaje de Colón. No es muy exacto llamarles venezolanos a los indígenas de ese momento ya que Venezuela no existía como tal, pero permitámonos dicha licencia. Este viaje lo empieza Colón un 30 de Mayo de 1498, saliendo de Sanlucar de Borromeo (Cádiz) y tocando costa Venezolanas el 4 de agosto de ese mismo año. Esta historia se la escuche hace muchos años a Francisco Herrera Luque, quien me la repite cada año por estas fechas y yo, esta vez, he querido compartirla con vosotros, ya que es parte de nuestra historia, de la historia de esa Venezuela que no existía pero ya se sospechaba.

La historia, más o menos exacta que me contaba Herrera Luque es la siguiente:

La tarde del 30 de agosto de 1498 el sol cae inclemente sobre las playas de Paria. Los indios Mapire Tortuoso y Guacuco Sentado, balanceándose en sendos chinchorros de mariche, trasegan un zumo de frutas fermentado que tiene borracha a la mitad de la tribu.

Mapire Tortuoso, entre chasqueos de lengua: - Aaaach, sabroso y retegueno que está el tocoral. ¡Écheme otro poquito en la totuma compae!.
Guacuco Sentado con visibles dificultades para coordinar tal acción y con voz de ebrio dice: - Sírvase usted mesmo, cuñao, que ya too me está dando vueltas.
Mapire Tortuoso: - Caraj con usted, cuñao, que no sabe ni bebé.
La música de fondo, animando la fiesta les hace volver la mirada hacia los demás integrantes de la tribu que continúan celebrando.
Mapire Tortuoso: Y en todavía bailan los muy condenaos.... Y bonita que está la tarde...
Las olas llegan plácidas a la orilla y el suave rumor al deslizarse el agua entre las piedras crea una agradable sensación de bienestar.
Mapire Tortuoso: Y la mar parece como si juera a alborotarse....(riéndose) Ya se cayeron dos más borrachos. ¡Mire que esta guarapita es juerte..! Pero lo que es a mi no me entra ni coquito... Déjeme echame otro lepe...

Por el sur y sobre el mar avanzan tres carabelas. Son las naves de Don Cristobal Colón, Almirante del Mar Océano. Luego de trasponer la Boca de Dragos se mueven hacia Tierra Firme, prestas a toparse con la costa Nororiental de Venezuela. A Don Cristobal, según sospecha la marinería, le va patinando el coco. Padece de un delirio místico. Cree haber llegado al Paraiso Terrenal. A una isla de Tres Picos la bautiza Trinidad. Oteando hacia Venezuela exclama con voz mesiánica:-- Esta es la Tierra de Gracia – Y refiriéndose a las dos corrientes impetuosas que hay entre Venezuela y Trinidad grita estentóreo:-- Y este es el Eufrates y aquel el Tigris--
Un marinero, con voz castiza y algo de sorna, deja escapar por lo bajo:-- ¡Jolines con Don Cristóforo! ¡Que ya está para tomar eléboro!
Colón, en éxtasis, se dirige al timonel diciéndole: --Poned proa, buen hombre, hacia aquella ensenada poblada de bohíos.
Las carabelas surcan las aguas en dirección al pueblo de Mapire Tortuoso, quien, con ojos ebrios, mira sin ver hacia el espumante mar por donde avanzan las naos de Colón.
Mapire Tortuoso:--¡Válgame la cucaracha sagrada! ¿Qué guarandinga es aquella?. Despiértese cuñao. ¡Míreme aquello que viene por la mar!
Guacuco Sentado, entre ebrio y confuso, solo atina a responder: – Qués es lo que pasa?
Mapire Tortuoso: ¡Mire cuñao, pa'allá...! ¡Tres nubes llenas de palos!
Guacuco Sentado:--¡Carrizo! ¿Qué es aquello? ¡Demos la alarma!... Epa... Oigan, ¡Miren pa'allá..! ¡Contra nosotros vienen tres nubes cargadas de palos!

Los indios se tranquilizan al percatarse de que no eran más que tres grandes canoas con velas. Desembarcaron los españoles. Los indios obsequiosos les brindaron pescado y aguardiente. La codicia de los peninsulares, sin embargo, se despertó ante los collares y pulseras de oro. Un español le dice a Guacuco Sentado, ofreciéndole un espejito:-- Oye, guapo, te cambio esto por aquello.
Guacuco Sentado: ¡Véngase pa'ca! Aquí tiene su coroto, deme el mío.
El español, jactancioso y burlón, comenta con sus paisanos:-- Mira que son memos estos indios y que cambiar ese collar de mil ducados, cuando menos, por esa chuchería.
Guacuco Sentado, dirigiéndose en voz baja a Mapire Tortuoso, sin poder contener su júbilo, le dice.--Mire, compae, lo que me dió el gafo ese por el collar de las piedras amarillas....
Mapire Tortuoso, riéndose a carcajadas, le contesta: Es que el camino del pistolo huele a melón.... Déjame a mi también cogé mi parte – y alzando la voz se dirige a los españoles – ¡Ah, care chivo! Te cambio estas piedritas por esa lancita dura...
El español, condescendiente, le replica: – ¡Claro que si hijo! Aquí tienes. Y si tienes más te la cambio por esto que llaman cuchillo.

La codicia ante la posibilidad de engaño se desbocó no solo por parte de los descubridores sino de los indios.

  • A mi primero!... ¡Toma, indio, este abanico!.. ¡Te doy lágrimas del mar!... ¡Qué tontos son...! ¡No abuse, cuñao, no ve que son gafos de nacimiento!
Hasta tarde departieron españoles e indígenas. Al anochecer, el piache de la tribu hizo tres nudos grandes y uno chico, que en su lenguaje quería decir: “Hoy llegaron al pueblo tres canoas grandes. Nada más de particular.”. Y así Venezuela descubrió a los europeos.

(Así lo cuenta Herrera Luque en "La Historia Fabulada")

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