16 septiembre 2010

Venezuela posible

Hoy, como ayer, sigue rondándome en la cabeza el tema de las elecciones en Venezuela.
Una vez más nos enfrentamos a la posibilidad, no de iniciar un cambio, sino de continuarlo.
La alternativa a esto es volver al espejismo del líder, del mesías, del salvador de la patria, ese ser especial que, por el simple acto de haber sido investido presidente de la república, curará todos nuestros males como nación.
A los venezolanos, como a la gran mayoría de los latinoamericanos, nos queda la esperanza de que cada vez seamos más quienes nos demos cuenta que la solución no es el populismo desmedido que nos invade desde la Patagonia y del que no se salva, hoy en día, ni los mismos estadounidenses.
Creer que los problemas de vivienda, trabajo, educación, salud se resolverán porque en un papel alguien escribió que "tienes derecho" a una vivienda digna, a una trabajo digno, a la educación y salud, por mucho que lo releas, no se hará realidad.
Hay una sola vía para salir de este círculo vicioso de paternalismo gubernamental y miseria y es con el esfuerzo individual de los ciudadanos. Desmontar hasta lograr su mínima expresión la burocracia estatal y dedicar el esfuerzo de la administración del país a crear condiciones para que sus ciudadanos puedan crear riqueza en paz, garantizando seguridad física y jurídica.
En el momento que se le permita a los individuos dar lo mejor de si, sin temores, sin amenazas, sin que la politiquería lo inunde todo, con pocas leyes pero claras. El país, cualquier país, verá incrementar la calidad de vida de sus ciudadanos.
En poco más de nueve días, los venezolanos acudirán a las urnas a elegir un nuevo parlamento. Mi mayor deseo es que no cometamos el error de votar por magos del palabreo y, olvidando por una vez la economía del voto, esa manía de apostar "al caballo ganador", elijamos a los más capaces, a los más preparados.
Los venezolanos están cansados, es hora de que salga de nuevo el sol.
No creo que estas elecciones den un giro excesivamente brusco a la situación del país pero puede ser el comienzo de una profunda rectificación.
No creo en los milagros pero si en el trabajo, en la constancia y dedicación a la actividad que desempeña cada ciudadano.
Es hora de volver a tener la sonrisa de la Venezuela bonita.

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