23 septiembre 2010

Socialismo y Pobreza

Árbol genealógico del capital


En Latinoamérica y buena parte de Europa parece que no terminamos de ver que cuanto más implementamos las medidas socialistas a fin de lograr el estado de bienestar, mayor es la pobreza de los ciudadanos. Este sistema de gobierno tiende a incrementar el control sobre todas y cada una de las actividades del individuo pretendiendo regularlo todo y dictar leyes, ordenanzas y regulaciones para todo.
El estado comienza a hacerse con "empresas básicas" y de "interés nacional". Términos que hoy deberían haber quedado para la memoria histórica y no para otra cosa. Las empresas, en manos del estado, dejan de ser competitivas dado que se vuelven monopolios sin nadie que pueda ofrecer una alternativa a los productos ofertados por ellas. Los precios los fija el gobierno de turno, normalmente como medida populista con fines electorales, dejando de lado cualquier criterio de eficacia y productividad. Las pérdidas económicas del ente estatal son cubiertas con incrementos del presupuesto de la nación y a falta de recursos se lanza el reclamo publicitario: "necesitamos del concurso de todos, el país cuenta contigo". Olvidan explicitar que con lo que cuentan es con los impuestos que a continuación incrementarán, logrando que cada trabajador disponga de menos recursos, por tanto gastará menos dinero, la economía se resiente, cierran establecimientos, hay mayor desempleo, menos contribuyentes al erario público y nuevamente se incrementará la cuota impositiva a aquellos que todavía tengan ingresos. La historia sin fin, hasta que el sistema quiebra.
Esta forma de actuar, que no es nueva, lleva finalmente a un incremento de pobreza en el país, Esos pobres votan. Y lo que les venden los socialistas de turno es que ellos les protegerán de los empresarios avariciosos que no quieren repartir sus jugosas ganancias con "el pueblo".
La gente, deseosa de que este nuevo líder resuelva, con un giro de muñeca todos sus problemas, termina votándoles   y los recursos del país seguirán asignándose, a discreción, a los amigos del partido en el poder, malgastándolo en campañas populistas que ni generan riqueza ni ofrecen verdaderos beneficios para los más necesitados.
En estos sistemas, las regulaciones gubernamentales, el poder y la influencia económica del estado son tales que toda tentativa por parte de un emprendedor es abortada antes de ver la luz. Se "protege" a la empresa nacional contra competencia foránea con lo cual no hay necesidad de innovar, de asegurar calidad, ya que el ciudadano se ve obligado a comprar "lo que hay", al precio estipulado. Un emprendedor que desee montar una pequeña empresa, con mayor eficacia en la elaboración del productos, mejor calidad y precio competitivo, se encontrará que necesita tal cantidad de permisos, solvencias, garantías y trámites burocráticos que le obligarán, en muy poco tiempo, a desistir de llevar adelante el proyecto.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, con los avances tecnológicos, la nueva forma de hacer negocios, a través de internet, con el mundo entero, hace que estos sistemas carezcan totalmente de sentido. Todas las medidas proteccionistas que se han llevado a cabo en latinoamérica o la Unión Europea han terminado pasando factura. La mejor manera de que la gente genere riqueza es dejándola inventar, permitiéndoles hacer transacciones libremente, minimizar impuestos y aranceles y eliminando subvenciones estatales. Dejar que la gente se administre y decida en que emplear su dinero es la mejor manera de promover el surgimiento de emprendedores que generarán puestos de trabajo y mayor riqueza. Estrangularlo con obtusas regulaciones, subvenciones y burocráticas empresas estatales no logrará otro resultado que generar cada vez más pobreza.

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