19 septiembre 2010

Camino a Santiago

Una parte del trayecto caminando hacia Santiago
Hice, finalmente, mi primer camino a Santiago de Compostela y debo reconocer que es una experiencia que, de una u otra manera, te marca.

Hay quienes lo hacen por motivos religiosos, otros por encontrarse a si mismo, por apartarse del ruido, por el placer de caminar. Hay infinidad de razones para hacerlo.

Salimos de Sarria, a donde habíamos llegado por ferrocarril a las seis y media de la mañana. El vagón del tren venía repleto de peregrinos que iniciaban el camino, junto a nosotros, desde ese mismo punto.

Flores del camino
Inexpertos, echamos a andar detrás de los primeros que emprendieron la marcha, a oscuras, internándonos pronto por un sendero cubierto de árboles y sombras, escuchando amanecer. Así empezaban nuestros primeros pasos. Cinco días, para recorrer, mochila a la espalda, 115 kilómetros, oyendo siempre el "buen camino" que nos deseaban los demás peregrinos.

Cada quien saca su propio aprendizaje de estas experiencias. Yo os puedo decir que al final, al llegar a Santiago, me di cuenta que este camino, queriendo o sin querer, lo hemos iniciado hace ya mucho tiempo. Cada día, como todos los días, sabiendo la dura jornada que tocaba, con los pies adoloridos, había que saltar de la cama y estrenando una sonrisa, ponerse, otra vez, a caminar. Como hemos venido haciendo desde siempre.

No importa cual sea el problema, la dificultad que nos toca enfrentar, lo único que podemos hacer es seguir adelante. De ello vi no pocas pruebas a lo largo de esa semana. De todas las edades, con los músculos agarrotados y las plantas de los pies adoloridas y con ampollas, pero con un solo objetivo en mente, llegar, caminando más despacio, reposando un poco más, pero llegar.

A quienes no hayáis experimentado esta  aventura os animo a emprenderla. Yo espero con ansia el momento de repetir.

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