26 junio 2016

El voto del miedo.

Domingo 26 de Junio.
Ya nada volverá a ser igual.
Elecciones al parlamento Español.
Los ingleses, muchos, que no todos, acaban de votar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Razones no les faltan. Lo que es una lástima es que, otra vez, unos muchos obligarán a muchos pocos a asumir una posición que no les gusta y a la que se opusieron en las urnas.
Libertad, dónde estás?
Al ciudadano español se le permite depositar un papelito en una urna cada cuatro años para elegir los miembros del congreso y que estos elijan, a su vez, un presidente. Ese papelito, con una lista de nombres desconocidos casi en su totalidad por el votante, es la forma en que el ciudadano se expresa "democráticamente", nos dicen. 

Luego de tal muestra de civismo regresaremos a casa a cruzar los dedos y esperar que la catarata de leyes, reglamentos y normativas con las que nos inundarán, a fin de protegernos de nosotros mismos, coincidan con los intereses de "los nuestros", que para eso les hemos elegido según parece. Así, nos dirán que comer y beber, cuándo, cómo y dónde podemos edificar nuestras viviendas o hacer reformas en ellas. Por dónde y en que forma podemos circular. Cuánto vale nuestro dinero, en qué podemos invertirlo y en qué no. Todo ello bajo la premisa de que sin ellos, los gobernantes, solo quedaría el caos, la ley del más fuerte que no del más competente. Sería el infierno en la tierra regido por seres egoístas y explotadores cuyo único objetivo sería  el de explotar a su vecino.
Por eso debemos ir a votar, nos dicen, para elegir a uno de nuestros egoístas y explotadores congéneres que por un inexplicable fenómeno, tras recabar suficientes votos de parte de los necesitados e indefensos ciudadanos, se volverán "funcionarios del bien" solo preocupados por el bienestar del ciudadano.
Libertad, dónde estás, dónde te esconden?
Hemos trazado lineas imaginarias sobre un papel y a ellas las denominamos fronteras. Nos imponemos límites encerrándonos en esas jaulas de cristal a las que llamamos países para evitar que "los otros" vengan a quitarnos "lo nuestro": nuestros trabajo, nuestras costumbres, nuestras creencias, nuestra cultura. Cuan rápido hemos olvidado que "lo nuestro" no es más que lo que heredamos de aquellos "otros" de épocas pretéritas. Cerramos nuestros ojos a cuanta evidencia se nos presenta machacona una y otra vez, para recordarnos que es el libre comercio, el intercambio entre nosotros y esos "otros" lo que nos ha permitido contar con un nivel de progreso y bienestar desconocido por la humanidad hasta nuestra época.
Tenemos alma de esclavos. Nos domina la pereza y deseamos fervientemente disponer de un amo que nos libere de las cadenas de la responsabilidad por nuestras acciones, que nos alivie la carga de tener que decidir por nosotros mismos cada día qué ruta seguir en nuestra vida. Renunciamos a todo a cambio de esa falsa sensación de seguridad que nos brinda el amo. Queremos que nos prometan lo imposible y estamos dispuestos a pagar con la vida, la de otros, a hipotecar el futuro de nuestros hijos y nietos, a no pensar, a no preguntar con tal de que se comprometan a que tendremos cada vez más "derechos" aun cuando en el fondo sabemos que el único derecho que nos dejan es el derecho a obedecer.
Nuestra socialdemocracia nos promete el cielo en la tierra a cambio  de nuestra alma: de nuestra libertad.
Predican el igualitarismo. Como si existiese alguna posibilidad de que el tonto sea listo, el torpe pase a ser habilidoso, el parco se transforme en locuaz, el indolente se haga hacendoso, el feo se vuelva hermoso y por encima de todas las cosas, que el que menos tiene posea tanto como el que más sin mayor esfuerzo que el desearlo, por "tener derecho".
Se incentiva la envidia, la indolencia, el miedo al fracaso, el visceral deseo de que "si no lo tengo yo, que no lo tenga nadie", y así nos igualarán a todos por abajo. Todos pobres, todos esclavos del amo que nos gobierna con la esperanza de que la próxima vez, el próximo amo sea mejor y nos otorgue lo que creemos merecer por derecho, que no por esfuerzo.
Hoy toca votar. No para elegir sino para evitar que sean elegidos.
Hoy hay en la urna un voto más que tan solo aspira a retrasar lo inevitable: que llegue al poder el populismo que todo lo arrasa.
Tan solo pretendo con mi voto ganar algo más de tiempo en esta guerra que solapadamente comenzó hace mucho ya y en la que está en juego lo más básico de nuestras vidas: la libertad, la poca que nos venía quedando en esta pantomima a la que llamamos socialdemocracia.
La civilización no dura porque a los hombres sólo les interesan los resultados de la misma: los anestésicos, los automóviles, la radio. Pero nada de lo que da la civilización es el fruto natural de un árbol endémico. Todo es resultado de un esfuerzo. Sólo se aguanta una civilización si muchos aportan su colaboración al esfuerzo. Si todos prefieren gozar el fruto, la civilización se hunde. (José Ortega y Gasset)

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