Esta revolución no es de marchas, discursos y multitudes vociferando. Esta, es de las que se luchan en solitario.
Es la de quienes han decidido que no hace falta un caudillo, un mesias, "un candidato", para empezar a ser un mejor ciudadano. Es la de quien decide, así, en solitario, salir adelante con su esfuerzo y dar lo mejor de si mismo. Quien decide que las tropelías de los demás no excusan las propias.
Ésta, la otra revolución, es la de la lucha con y contra uno mismo, donde la meta es ser cada vez mejor en aquello que se hace. Es la revolución del estudiante que da lo mejor de si mismo, sin trampas, la del empresario que busca maxímizar sus beneficios sin necesidad de triquiñuelas; solo prima la inventiva, la tenacidad, constancia y esfuerzo.
Es la de ese ciudadano trabajador que sabe, desde muy temprana edad que el único sitio donde el éxito está antes del esfuerzo y el trabajo es en el diccionario.
Es la otra revolución la que abraza quien decide ser honesto consigo mismo y con los demás por convencimiento propio, quién cree en su capacidad para resolver los diferentes retos que se presentan día a día en su vida. Es la del funcionario honesto y orgullosos de su trabajo.
En la otra revolución, la de verdad, el juez es uno mismo, no hay sitio para "coleados", para "los vivos de turno".
En la otra revolución solo tienen cabida aquellos valientes que se atreven a hacer, cada día, en solitario, lo que los demás solo harían si se saben observados.
La única recompensa es el placer de saber que has dado lo mejor de tí.
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