01 agosto 2008

No hacer nada es hacer lo peor.

La pasividad, a fin de cuentas no es sino otro modo de hacer.
El gobierno, como la mayoría de las administraciones en período electoral, optó por taparse oidos y ojos. No ver, no oir. Soñar con un mundo plagado de buenismo en el que hombres y mujeres, heteros y homos, todos a una seríamos inmensamente felices.

El problema es que al final ocurre lo de siempre, nos depierta la cruda bofetada de la realidad.

El desplome del sector inmobiliario, la crisis financiera internacional, el incremento acelerado del paro y una administración gubernamental en las nebulosas que se mantiene sin hacer, sin decir, cual si negar la realidad fuese a cambiar místicamente lo que nos acontece. Como si por hechar la culpa al cambio climático, a la subida de precios del petroleo a causa, por supuesto, de la guerra de Irak, faltaría más, a la oposición y a los poderes malvados y oscuros que nos acechan por los rincones, fuésemos a consolarnos de los problemas que padecemos.

Lo malo es que según los profetas del desastre, que por desgracia no se han equivocado hasta ahora, lo peor es para después del verano. Es decir, sujetese usted de la brocha que yo necesito la escalera.

"Cuando las bases de datos de los portales inmobiliarios en Internet comenzaron a dar caídas en los precios hace un año, en el turbulento verano de 2007, el Gobierno miró para otro lado, aunque sabía lo que se le venía encima. Por eso retraso sine die la elaboración de un índice de precios del sector por parte del Instituto Nacional de Estadística (INE). Ahí está la gran culpa de los rectores gubernamentales en esta crisis del ladrillo: han creado confusión. Mientras algunos agentes del sector hablaban de caídas en los precios, otros negaban la mayor subrayando la desaceleración, la estabilización, en pleno crash del mercado.

En 2008 se están registrando los índices de inflación más altos desde la Guerra del Golfo, a principios de los años 90. Los IPCs triplican lo que es considerado como ‘estado neutro’, en el 2%. Pero la virtual entrada en recesión de España -ya saben, dos trimestre consecutivos de crecimiento negativo- se consagrará con casi toda seguridad en octubre. Pero lo peor está por venir. Cuando los cientos de miles de trabajadores que están cobrando los subsidios por desempleo dejen de hacerlo -algunos ya lo han hecho- a lo largo de los próximos meses, la renta disponible de las familias se desplomará y sólo quedará un camino por recorrer en el horizonte de la economía española: la deflación o caída de precios."

(Ver arículo completo en Cotizalia)

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