24 agosto 2007

¿Qué es Liberalismo?

Copio aquí un artículo firmado por el Dr. Alberto Benegas Lynch (h). Espero que lo disfruten.



¿QUÉ ES EL LIBERALISMO?
por Alberto Benegas Lynch (h)
El aspecto medular de las preocupaciones del liberal consiste en su desconfianza hacia el poder. En su obsesión por los límites del poder. Es lo contrario de la propuesta de Platón del “filósofo rey”, más bien, “a la Popper”, se trata de establecer vallas infranqueables y contralores para que los gobernantes hagan el menor daño posible.

La perspectiva liberal parte de la premisa de que todos somos distintos desde el punto de vista anatómico, fisiológico, bioquímico y, sobre todo, psicológico. Tenemos diversas inclinaciones, gustos, talentos y vocaciones y, por ende, muy distintos proyectos de vida.

Para que la convivencia civilizada resulte posible en una sociedad pluralista, es menester el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros aunque no los compartamos y aunque ni siquiera los comprendamos. En esto consiste, nada más y nada menos, el liberalismo. En esta tradición de pensamiento el uso de la fuerza está reservada exclusivamente para contrarrestar acciones que apuntan a lesionar derechos de terceros y siempre bajo el imperio de normas que aseguren el debido proceso.


Gasto, impuestos y deuda

Así expuestas las cosas, esto del respeto suena asunto fácil y evidente, sin embargo, se repite machaconamente que tales cosas no deben permitirse y tales otras deben obligarse aun tratándose de acciones legítimas. Pululan por doquier los “comités de sabios” que imponen sus criterios “para bien de los demás”. Esta actitud, nada socrática por cierto, es absolutamente antiliberal y autoritaria. El liberal, ya tenga un carácter vehemente o apacible, es siempre consciente de su ignorancia. Sabe que no controla lo que sucede en su
propio cuerpo. Sabe que las conjeturas que pueda hacer respecto de su persona para la semana que viene, llegado el momento, serán otras debido al cambio en las circunstancias. Ni siquiera sabemos qué conocimientos tendremos dentro de cinco minutos y, sin embargo, hay quienes tienen la arrogancia de pretender la coordinación de millones de arreglos contractuales.

Uno de los procedimientos para concluir si se opera o no en la dirección del liberalismo, es, por ejemplo, prestar debida atención al volumen del gasto público, el volumen de los impuestos y el tamaño del endeudamiento estatal. Antes de la primera guerra mundial, la participación del estado (una costumbre no-liberal es escribir estado con mayúscula) en la renta nacional era entre el 2 y el 5 %, mientras que hoy nos debatimos entre el 30 y el 50 % cual siervos de la gleba (con la diferencia que en ese caso se obtenía a cambio seguridad y hoy en día, en muchos casos, obtenemos inseguridad). Por su parte, la deuda pública consiste en el procedimiento inmoral de comprometer coactivamente el patrimonio de futuras generaciones que no han participado en el proceso electoral para elegir al gobernante que contrajo la deuda. En términos futbolísticos, se trata de patear la pelota para adelante ya que el exprimir al máximo al contribuyente en el presente no alcanza para financiar las siempre crecientes erogaciones gubernamentales.

El premio Nobel en economía James Buchanan ha señalado reiteradamente los inconvenientes de la deuda pública que, a diferencia de la privada, compromete los bienes de terceros.

Empresarios y seguridad jurídica

El liberalismo o la sociedad abierta muestra las ventajas de operar en base a mercados libres lo cual quiere decir que la gente puede elegir lo que considera son los bienes y servicios de su agrado. Esto naturalmente excluye el traspaso de monopolios estatales a manos de monopolistas privados con lo que muchas veces la explotación a otros resulta más eficiente.

Ya Adam Smith advirtió en 1776 sobre los peligros de pseudoempresarios que operan en base a mercados cautivos, protecciones y dádivas de diversa naturaleza.

La condición natural del hombre es la pobreza. Cuando nos estremecemos frente a la miseria, en verdad estamos mirando los rostros de nuestros ancestros porque, como queda dicho, todos provenimos de las cavernas, nuestras historias personales están saturadas de hambrunas, pestes y desolaciones. Para pasar a situaciones de mayor riqueza relativa se hace imperiosa la seguridad jurídica y los estímulos necesarios para la inversión productiva.

Cuando se dice que el mercado no lo puede resolver todo se está navegando entre la perogrullada y el completo equívoco. Sin duda que el mercado no resuelve cosas tales como los problemas meteorológicos, pero permite asignar los siempre escasos recursos para aprovechar el capital y así permitir que los ingresos y salarios reales se eleven.

El respeto a la división horizontal de poderes y la consecuente independencia de la Justicia constituyen pilares insustituibles de la tradición del liberalismo clásico y, sobre todo, el cuidado, la escrupulosidad y la conducta ética que deben mantener los funcionarios (mandatarios que las más de las veces pretenden actuar como mandantes). En este sentido resulta oportuno recordar un pensamiento de Wilhelm Röpke: “La diferencia entre la sociedad abierta y la totalitaria no estriba en que en la primera hay más de hamburguesas y
heladeras, sino que reside en sistemas ético-institucionales opuestos, y si perdemos la brújula en el área ético-institucional, además, entre otras cosas, nos quedaremos sin hamburguesas y sin heladeras.”

Y conviene subrayar que no tiene gracia esa especie de manía de la autopsia que envuelve reiteradamente a muchos distraídos, no por falta de información, sino porque están haciendo suculentos negocios. Formular la denuncia como
un ex post facto, después que el gobernante dejó el cargo, desdibuja y debilita enormemente el sentido de la crítica y la posibilidad de correr el eje del debate en busca de metas de mayor fertilidad. La única forma de progresar es a través de la crítica y la autocrítica. Tal vez el mayor daño sea el que proviene de los cortesanos y quienes no cultivan la virtud del criterio independiente y se acoplan ciegamente al espíritu de la manada.

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