De una a otra Venezuela

"De una a otra Venezuela"  es el título de un libro escrito por Don Arturo Uslar Pietri que se publicó allá por el año de 1949. Planteaba en esos días, a la generación de nuestros padres, el dilema que se presentaba de cara al futuro al tener que escoger entre dos Venezuelas. Una, la falsa Venezuela, dependiente del chorro de dolares que ingresa el país sin que sus habitantes precisen realizar mayor esfuerzo y con lo que se sostienen los servicios sociales que el Estado brinda a los ciudadanos, creando así una dependencia total de ese Estado manirroto que hace creer a la gente que "tienen derecho" a la riqueza por el mero hecho de vivir en este maravilloso país. Que el Estado les regalará casas, colegios, hospitales y les facilitará trabajos dignos y bien remunerados.

La otra Venezuela es la del trabajo bien hecho, el esfuerzo personal, la meritocracia, los emprendedores, las fábricas y las diferentes industrias que salen adelante gracias al ingenio de sus gerentes y trabajadores. La Venezuela del ahorro y las buenas costumbres.

Sesenta años después parece que aquellos consejos del maestro de los Valores Humanos siguen plenamente vigentes y la dicotomía entre esas dos Venezuelas alcanzó cotas impensables hace escasos veinte años.

Ahora, tras catorce años de Socialismo, Venezuela se hunde en la pobreza, adquiriendo hábitos de tiempos de guerra, racionamiento de comida, agua y luz. Cada vez quedan menos industrias y las pocas que subsisten están mal gerenciadas en manos de un estado hipertrofiado.

Las empresa privada está en mínimos y debe cuidarse muy mucho de no ofender a los "mandamas" del régimen.

Los venezolanos han esperado, con no poca paciencia, a que llegase el momento de acudir a las urnas y manifestar con su voto la reprobación a sus actuales gobernantes.

Nicolás Maduro, digno pupilo de quien irrespetó la constitución para hacerse con el poder en un infructuoso golpe de estado, ha manipulado, desobedecido cuanta ley y reglamento había para mantenerse en la presidencia hasta las elecciones. Y ahora, desconoce el deseo de la mitad de la población que le solicita un recuento de votos a fin de constatar quien ganó realmente las elecciones.

Descortés, maleducado, en plan matón de barrio, este torpe chofer de metrobús, el bachiller Maduro pretende "radicalizar la revolución" y estoy seguro de que lo hará.

Cuba no puede permitirse el lujo de perder el ingreso de los barriles de petroleo que les permiten generar divisas. Los venezolanos no afectos al régimen, que son mayoría, se enfrentan con un ejercito comprometido con la revolución socialista y, por si fuera poco, con un hampa desbocada (han habido más asesinatos en Venezuela en los últimos doce años que soldados americanos muertos en la guerra de Corea, Vietnan e Irak juntas).

El difunto encendió la chispa del resentimiento social, del odio al oponente, del estado al servicio de la causa y Maduro lo llevará a su máxima expresión. Cualquier otra alternativa pasa por el abandono del poder de quienes viven lujosamente, sin hacer otra cosa que amedrentar a sus conciudadanos, negándoles, en la práctica, todas sus libertades y derechos. La justicia se maneja a dedo lo mismo que la entrega de divisas para la importación de insumos, las cárceles están bajo control de los presidiarios, la propiedad privada, incluida la vida misma, no tiene valor alguno para estos tiranos.

Maduro no se irá por las buenas y estoy seguro buscará cualquier pretexto para suspender garantías y hacerse con el poder indefinidamente.

Europa ya dio la espantada, España la primera, con el aplauso entusiasta de los socialistas hispanos. Francia muy en su ambiguo papel, toma nota de la proclamación de Maduro mientras USA se va quedando sola, una vez más, defendiendo las libertades democráticas. Cualquier presión de los Estados Unidos será utilizada como propaganda por parte del régimen para soliviantar sus hordas.

Terminará estos con un enfrentamiento en el que se fracture un país que fue, hasta no hace mucho, el modelo ha seguir en sudamérica? Se quedará Europa y la OEA mirando hacia otro lado, una vez más?