03 marzo 2010

Esto lo jodimos entre todos

Ahora que se acabó la borrachera, el "café para todos", no vale echar las culpas al malvado banquero, ni al avaro empresario aduciendo que hemos sido engañados con cantos de sirena, que nos indujeron a endeudarnos muy por encima de nuestras posibilidades, como si nosotros fuésemos incautos infantes a los que sedujeron con un caramelo.

Basta ya de gimoteos, vasta ya de pretender repartir culpas hacia afuera sin mirar hacia dentro. Mientras disfrutábamos de la fiesta no quisimos entender que la riqueza hay que crearla para disfrutarla. Lo pasábamos bien y con ello nos bastaba. No pensábamos, mejor dicho, nos molestaba pensar.

Tiempo de cosecha. Cada uno a recoger lo que le toca.
Lo triste, lo realmente asombroso es que las culpas se reparten curiosamente hacia quienes podrían crear riquezas y ni una para quien promovió la gran catástrofe: el estado.

Las miradas, con ojos de borrego hacia el matadero, se dirigen hacia el amo, hacia el estado, hacia el ser supremo que se adueña de nuestras riquezas y las reparte a su antojo, con la esperanza de que nos lancen unas migajas disfrazadas de subvención.

Ese estado, dueño y señor del dinero, que fija el valor del mismo no en base a criterios de oferta y demanda sino en base a intereses meramente políticos y oportunistas, valga la redundancia. Por qué en el momento en que mayor demanda de dinero había, el precio del mismo, lejos de subir, llegó valores de risa. Quien no va a comprar dinero cuando lo regalan prácticamente?

Es ese estado que se presenta hoy como mesías redentor y salvador quien realmente, a fuerza de intervenir donde no debe, nos llevó a esto. Dejen a la gente que se las arregle sola, dejen que prevalezca la creatividad del individuo en lugar del espolio colectivo en el que, como siempre ocurre, unos pocos terminan sosteniendo la carga de muchos. Dejen de robarnos la riqueza que producimos y poder así invertirla de acuerdo con nuestro buen o mal criterio, que a fin de cuentas si bien esperamos beneficios también deberemos asumir las consecuencias de nuestros riesgos.

Basta ya de gimoteadores mendigos que dicen ser empresarios implorando una ayuda del estado, es decir, de todos nosotros. Si no somos socios de esa empresa por qué debemos asumir sus desgracias cuando no habíamos compartido sus bienaventuranzas?.

Que muchos cerrarán? Si, ya vendrán quienes tomen el relevo y de forma más eficaz que los primeros.

Lo mejor que puede hacer el gobierno es dejar de regalar nuestro dinero, de endeudarnos más de lo que ya estamos y quitarnos de encima esa pesada losa llamada impuestos, enterándose de una vez por todas de que el fin último del individuo es forjarse su propia felicidad y no mantener un elefantiásico aparato gubernamental.

No hay comentarios:

Publicar un comentario